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27 Cuando se quiere dar amor, hay un riesgo: el de recibirlo. Moliere   por   Alguna
 
 
andre_laplume 12/8/2010 | 5:25:20 PM  
 
El bicho que me picó
Bicho, luego de picarme, se convirtió en mi mascota, lo convertí en drogadicto, pero aun así no logro encontrar la calma.
Tags:
  bicho   andre   laplume   mascota   terraza   hija   san juan   relax
 

 

 

 

Bicho, luego de picarme, se convirtió en mi mascota, lo convertí en drogadicto, pero aun así no logro encontrar la calma.

El lunes 24 de noviembre, armamos un asadito para festejar los 33 años de mi hija mayor. Se cumplían ese día 33 años del terremoto de Caucete, que desde San Juan llegó hasta Buenos Aires haciendo temblar muchos edificios de la ciudad.

Ese día del año 1977, nacía mi primer hija que heredó algunos de los temperamentos del terremoto.   

Mientras estaba entretenido haciendo el fuego en la parrilla de la terraza, sentí  un pinchazo sobre el dorso de la mano. Sospeché de alguna chispa, pero seguía ardiendo mientras se marcaba la señal de una picadura.

Al rato se había puesto rojo y un bulto considerable se formó en cuestión de segundos. Retorciéndose al pié de la parrilla encontré al causante.

Se trataba de una simpática oruga o “gata peluda” -como solemos llamarla vulgarmente- que se había lanzado desde la rama de un árbol que da sombra a la terraza para atacar mi mano.

 

Pensé que seria conveniente llevarla en una cajita que improvisé, para hacerla ver al día siguiente. Me llamo la atención verla quietita, incluso cuando la alce con un palito para acomodarla en la caja, se la veía como dopada, enroscada en si misma parecía disfrutar de un singular estado de relax.

Al paso de unas horas, se disminuyo el bulto y se formo una enorme mancha morada, que se propagó incluso a mis dedos.

 

Al día siguiente traslade la cajita con bicho incluido a la veterinaria del Dr. de mi gata y le conté la historia. Esteban examinó la mano y me recomendó que me hiciera ver por un medico.

Unos minutos después estaba en la calle, con la promesa  de volver a las cuatro de la tarde a retirar un informe escrito sobre lo investigado. Aguardé con ansiedad que se hiciera la hora, y a las cuatro en punto estaba nuevamente en el consultorio.

Esteban, con el aspecto fresco y cordial de siempre esperaba mi visita con el informe al alcance de mi mano. Me lo entrego en silencio, previa aclaración de que estaba todo bien y que el bicho no revestía peligro mas allá de las molestias ocasionadas.

Observé que me miraba fijamente a los ojos, así que me incliné por preguntarle si había algo más.

En realidad si –respondió Esteban, pretendía decirte que no era extraña la placidez en la que encontré a tu oruga. Te diría que hasta parecía que estaba disfrutando cuando la examine. Se trata de que encontré vestigios en su metabolismo que indicaban la presencia de un beta bloqueante, más una cantidad considerable de “Levotril”, te imaginas que estaba en el mas dulce de los sueños. A eso agregale que no sentiría ningún dolor ya que también encontré diclofenac, lo que me lleva a suponer que a más de las molestias de tu mano estarás soportando alguna de tus consabidas lumbalgias.

 

Al rato estaba en la calle, llevaba la cajita y su ocupante para casa, la decisión estaba tomada, la adoptaría como mi futura mascota. En  el balcón tengo desde hace muchos años una palta en una maceta de casi un metro de diámetro y en el depósito guardaba un par de metros de enrejado plástico.

Con este material confeccioné una especie de cono asegurado bien desde la base.

La parte superior la afirmé al tronco de la palta y la enlacé con una cinta  y un nudo, parecía a una carpa comanche.

Liberté a mi mascota en su nuevo hábitat y la apodé con el nombre de “Bicho”.

El lugar era inmejorable, tierra fresca, sombra, pastito y la reja cuadriculada que le permitía reptar y facilitaba la entrada del sol, también la posibilidad de trepar al tronco y obtener una hermosa vista de la calle.

Preparé el mate y me dediqué a observar su adaptación. No se la percibía tranquila, daba vueltas y mostraba signos de stress.

Conseguí un frasquito con gotero y preparé una solución de cinco Mg., de Levotril mas otro tanto de Atenolol. Al principio me costaba apuntar sobre su cuerpo para volcarle unas gotas que la plancharan de inmediato, pero muy rápido se acostumbró a ubicarse cerca y quietito y así recibir la dosis piadosa que le permitía descansar. Ya que le gustaba yo le daría el gusto.

Pensé en quien dice que no es bueno que el bicho este solo, por lo que me relacioné con una casa de mascotas exóticas, que al cabo de dos horas, datos mediante que obtuve  del informe veterinario, me entregaron a domicilio una hembrita realmente hermosa, un poco mas chica que bicho, con una manchita amarilla sobre el lomo.

La bautice “mancha”. Vivaz y juguetona, me inspiró una inmediata ternura.

La solté con Bicho, rápidamente ella busco de intimar, parecía que la cosa iba a funcionar, pero nuestro héroe era un bicho que se las traía. Si lo sabré yo, con solo mirar mi mano era suficiente.

A instancias de mancha que se había adaptado rápidamente al medio, jugaron un rato en un intento que pareció amoroso, pero que terminó rápidamente ante los desaires del Sr., del lugar que la apartó para continuar con sus intentos de fuga y su poco disimulable estado de ánimo. Tomé un mate amargo, ubiqué el gotero en mi bolsillo y, termo en mano salí al balcón.

 

Mancha estaba trepada sobre el tronco de la palta observando la vidriera de Ricky Sarkani relajada y feliz.

Sentí un placer perverso al ver a Bicho dar vueltas y vueltas alrededor de la maceta buscando una salida que hasta el momento no lograba encontrar..

 

Andre, laplume. 

 

 
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Y pensar que la quería
Medianoche en Paris
Un hombre de la calle
Ella
Ilusiones inútiles
  Comentarios: 1      
1- Gorda 12/8/2010 7:49:16 PM
monstruoso! no tengo otra cosa que decir!
 
 
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